LA VIDA DE DOMINGO CABRERA
Cuando llegamos por carretera al pueblo de Igueste, lo hacemos por lo que todos allí conocen como “la parada”, o más formalmente, la Glorieta de Domingo Cabrera Cruz. Para muchos, el nombre de Domingo puede ser completamente desconocido. Quizás el apellido Cruz, tan recurrente en la genealogía iguestera, les sugiera que se trata de alguien estrechamente vinculado al lugar, ya sea por haber nacido o vivido allí. Y, efectivamente, así es.
Este escrito tiene como propósito arrojar luz sobre su figura y dar a conocer algunos aspectos destacados de su vida. En definitiva, los méritos que llevaron a que la glorieta en la entrada de su pueblo natal lleve su nombre.
Domingo Cabrera Cruz fue un escritor, dramaturgo y licenciado en derecho, nacido en Igueste de San Andrés en 1885 y fallecido en Santa Cruz de Tenerife en 1979. Era hijo de Germán Cabrera Díaz y de la iguestera Amalia Cruz Rodríguez. Su familia paterna era gran propietaria de tierras, tenía conexiones con los cosecheros y plataneros del Valle de La Orotava. Tuvo tres hermanos: Marino, Horacio e Isaac que, aunque no se conocen detalles sobre su relevancia pública, al igual que Domingo, mantuvieran un fuerte vínculo con Igueste.
Desde su juventud, Domingo Cabrera se enamoró del ambiente social y cultural de La Laguna y fijó su residencia durante muchos años en el conocido Camino Largo. Allí se encuentra el castillo que él mismo encargó para usar como residencia principal al reconocido arquitecto Mariano Estanga, también encargado en su día de construir el Hotel Quisisana, el Teatro Guimerá, el Palacete Rodríguez de Azero (sede actual del Casino de La Laguna) y el Círculo de Amistad XII de Enero de Santa Cruz.
Domingo Cabrera se casó con Laura de la Puerta en agosto de 1910 y el matrimonio se estableció en el gran castillo que sirvió también de hogar para sus hijas Laurita y Mari Carmen, hijas de un matrimonio anterior de Laura de la Puerta con un conocido comerciante del que enviudó siendo ella muy joven. Más tarde llegaría el pequeño Rubén, hijo de Laura y Domingo.
La poetisa cubana Dulce María Loynaz, en su libro Un verano en Tenerife, habla de la casa de Domingo Cabrera de una forma interesante:
(…) otra casa distinta, igualmente acogedora e incitadora. Hablo de la que está a la vera del Camino Largo, camino solo para viandantes sin prisa y parejas de enamorados, cuyas orillas festonan airosas datileras hasta perderse en el ondulante lomerío. Esa es la casa de un lagunero de muy finos quilates, hoy humanista tribuno ayer, animador siempre y autor también de páginas en prosa tersa y elegante. Inolvidables tardes hemos pasado todos en el hogar con remembranzas de cenáculo de Domingo Cabrera Cruz, leyendo, conversando, rozando alguna vez la polémica ingeniosa. Un verano en Tenerife Cap. VII.
Así como también habló en este mismo texto de la mujer de Domingo Cabrera:
¡Y cómo no evocar ahora a Laura, las esposa gentilísima, que un poco a modo de rey Midas, trocaba en gracia lo acariciado por su mano!.
Hoy que está muerta no la han olvidado los laguneros, y en una de las palmeras iniciales de aquel Camino Largo de su casa, han colocado una anilla de bronce con el nombre de Laura de la Puerta, en memoria perpetua y delicada. (…) Es la primera vez que veo un público tributo de esta índole, rendido a una mujer que no fue una heroína de guerra, ni una gloria de las letras, ni aun una benefactora popular (…) Un verano en Tenerife Cap. VII.
Algunas de las primas de Domingo Cabrera, iguesteras todas ellas, trabajaban con gran entusiasmo en esos encuentros literarios en el Camino Largo lagunero. Ellas eran las que se ocupaban de ir preparando las comidas y atendiendo a los invitados.
Con el tiempo deja su querida ciudad de La Laguna y se traslada a vivir cerca del Parque García Sanabria, en Santa Cruz. Pero la casa de Domingo Cabrera y su importancia como lugar de reunión y encuentro de artistas, políticos e intelectuales quedaron grabadas en la memoria de muchos.
DOMINGO CABRERA Y SU IMPORTANCIA CULTURAL
Como hemos comentado, desde muy joven, Domingo Cabrera estuvo estrechamente ligado a la cultura y a la política insular, dejando una huella significativa en ambos ámbitos. A lo largo de su vida, desempeñó diversos roles de relevancia en la sociedad tinerfeña. Fue representante de la compañía eléctrica de la época y consejero del Cabildo Insular de Tenerife. Además, formó parte de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife y fue miembro fundador del Ateneo de La Laguna. Su prolífica labor como escritor incluyó la publicación de numerosos artículos en diarios de tirada local y nacional, así como la autoría de relatos, novelas y obras de teatro.
Para entender la trascendencia y el alcance de Domingo Cabrera hay que rememorar algunos de los hechos en los que intervino y cómo él percibía el ambiente social y cultural de aquel tiempo que le tocó vivir. La mejor guía para realizar este recorrido la hemos encontrado en su libro de memorias Huellas del tiempo (1973). Impreso en Caracas, es un raro ejemplar para coleccionistas que ha llegado a nuestras manos firmado por el mismo Domingo Cabrera y dedicado al poeta Manolo Castañeda González. En este libro se combinan sus vivencias personales con un lúcido análisis de las dinámicas sociales y culturales de su época, reflejando los cambios y desafíos que marcaron la sociedad insular.
Los primeros trabajos de Domingo Cabrera se publicaron en “La Lid”, una revista literaria semanal que comenzó a imprimirse en La Laguna el 8 de junio de 1906, con Domingo como director y con colaboraciones de Benito Pérez Armas, Joaquín Estrada, Mateo Alonso Del Castillo, José Hernández Amador, Santiago Beyro, José Rodríguez Moure, Emilio Suárez Calimano y Leoncio Rodríguez. Apenas se publicaron seis números de la Lid. Según comenta Domingo en Huellas del tiempo, un artículo publicado por Rafael Arocha titulado “Los sudores de San Juan” hizo que el puritanismo existente cerrara la posibilidad de nuevas ediciones de la revista.
DOMINGO CABRERA FRENTE AL CLIMA SOCIAL Y POLÍTICO
Domingo Cabrera vivió épocas de cambio en España y en Canarias. Con 86 años recordaba en uno de sus textos el tiempo que le tocó vivir: La Restauración Borbónica (1875-1931), la Segunda República (1931-1936), La Guerra Civil (1936-1939), La dictadura (1936-1975) y los primeros años de la democracia.
A mí me ha tocado asistir a una histórica transformación de España que, a lo largo de siglos, busca un camino que no encuentra. Tantea en la oscuridad sin lograr proporcionar alojamiento cómodo para toda su familia (…) No sé de qué lado volverme. Mi postura cómoda sería en un centro político, sin violencias ni agresividades, pero los aires que corren no admiten términos medios sino posiciones extremas. (…) No tengo salida. Mi única solución al final de la jornada, es buscar refugio en los recuerdos de un pasado que, con todas sus imperfecciones, conserva viva la llama de la rebeldía. Huellas del tiempo. Pag.9
En general, a través de los textos de Domingo Cabrera también vemos que en aquellos primeros años del siglo XX en Canarias se puso en evidencia un descontento cada vez más clamoroso, lo que producía un desapego por las autoridades y las instituciones.
Los canarios soportábamos los males derivados de la pérdida de las últimas colonias españolas de ultramar, entre otras cosas, por la repatriación de militares y funcionarios que fueron destinados a Canarias. Acostumbrados al trato irrespetuoso con los nativos, intentaban emplearlo con los insulares, sin pensar que a causa de estos atropellos, entre otras cosas, perdió España aquellos territorios.
Así, Domingo Cabrera se fue adentrando progresivamente en política, y uno de los eventos con más relevancia de los que participó fue formar parte de las comisiones que fijaron la nueva línea de demarcación de los términos municipales entre las ciudades de Santa Cruz y La Laguna en el año 1928:
Contemplo una vieja fotografía en la que aparecen los señores integrantes de las dos Comisiones (…). Me entristece contemplar la foto, pues el único superviviente de esa pléyade de patriotas tinerfeños soy yo. ¡Cuántos amigos desaparecidos! ¡Cuántas inteligencias apagadas!, ¡Cuántos vacíos en el censo de la isla! (…) Yo -único superviviente de esa generación- me considero albacea de sus últimas disposiciones: luchar en favor de un Tenerife ennoblecido por la cultura y enriquecido por el trabajo. Huellas del tiempo. Pag. 47.
Fotografía de los representantes de las Comisiones y los alcaldes de ambas ciudades. Domingo Cabrera es el primero por la derecha.
Domingo Cabrera se empieza a erigir así como una figura importante a nivel social y político. Como prueba de ello, una anécdota que Domingo relata en Huellas del tiempo: una noche de abril de 1931 en La Laguna tras las elecciones municipales en el país y la posterior marcha de Alfonso XIII y la proclamación de la Segunda República, Domingo es abordado por algunas figuras importantes de las islas:
Irrumpen en el vestíbulo de mi casa del Camino Largo D. Juan Reyes Vega, D, Diego Casabuena, D. Pedro Pinto y D. Emilio Melián, quienes nerviosos y preocupados me dicen:
-Masas de obreros de Santa Cruz y del Puerto se han adueñado violentamente de la “Federación Obrera” destituyendo de la presidencia a Marcelino y nombrado en su lugar a Saturnino Tejera. Los ánimos están exaltados y traman incendiar esta misma noche los Conventos. Esta maniobra está amparada por el Gobierno Civil, para desprestigiarnos y apoderarse políticamente de La Laguna. (…) Huellas del tiempo. Pag. 95.
La siniestra intención del gobernador Enrique Izquierdo Jiménez, era ganar puntos y anular nuestro partido, defensor del orden republicano.
El que fuera alcalde de la Laguna y también miembro fundador del Ateneo, Juan Reyes Vega, supo ver la gravedad de la situación le dijo:
Sé que lo te vamos a pedir reviste algún peligro para ti, pero estimamos que eres el único que puede disolver esta peligrosa manifestación (…) El pueblo está contigo y nuestras gentes te oirán. Huellas del tiempo. Pag. 96
Domingo Cabrera se dirigió a la plaza de San Francisco, lugar donde se encontraba la sede de la “Federación Obrera”. La zona estaba totalmente repleta de gente que gritaba exaltada. Al verlo, la multitud le reconoció y, según testimonios, parecía que al verlo se calmara. Entre algunos lo cargaron a hombros y lo colocaron sobre una mesa en medio de la calle. Allí pronunció un discurso que recuerda y plasma en su libro de memorias:
La República no viene a incendiar conventos, donde muchos de vosotros tenéis hermanas, familiares, sino a restablecer la justicia social entre todos los nacidos de mujer. Atentar contra las monjas de La Laguna es atentar contra vuestra propia carne. Vuestro deber como republicanos, no es envolver en llamas las iglesias y conventos, sino demostrar que tenéis fuerzas y coraje para implantar un régimen de orden y libertad. Ahora bien, yo sé que esta noche, con anuencia superior, vendrán del norte y del sur, con teas en las manos para amedrentar a los vecinos que quieren dormir en paz. Para evitarlo propongo constituir en este mismo momento, una guardia republicana que se ofrezca velar esta noche a las puertas de los templos y de los conventos para impedir que ningún desalmado de extramuros realice en nuestro suelo actos vandálicos. Huellas del tiempo. Pag. 97.
A los pocos minutos los aplausos interrumpían con entusiasmo el discurso. La multitud se organizó y se dispuso una guardia en los conventos y las iglesias de La Laguna. Aquella noche de abril de 1931, la misma guardia paró y mandó de vuelta a Santa Cruz al gobernador Enrique Izquierdo Jiménez, militante del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux que se caracterizaba por un radicalismo, anticlerical y violento.
El panorama político durante la República hace que Domingo exteriorice sus ideas en artículos que se publican en “El Sol” de Madrid, un periódico influyente de carácter cultural y político que mostraba su simpatía por el socialismo. Así, en sus numerosas crónicas aboga, explica y defiende lo que él denomina “un poder de abajo”. Parece evidente en sus escritos el inicial entusiasmo con el que recibió al gobierno republicano; el impulso a la creación de escuelas a la educación, el limitar la influencia de la iglesia y del ejercito etc. eran ideas que promovían una modernización del estado. Con el paso del tiempo, las expectativas que había puesto en la república no se cumplen. Una de sus quejas era el escaso peso que tenía la isla y sus dirigentes en el proceso.
En sus publicaciones vemos su desapego respecto a las posiciones de los “republicanos radicales”:
”El poder que venga de abajo”, la fuerza que salga de la isla y todos – los de aquí y los de allá- a servirla con la acción desinteresada y el consejo prudente. ¡Procuradores, sí, tutores no! (…) Si la situación actual está considerada en toda España como una continuidad de la Dictadura, aquí en Tenerife podemos afirmar que sigue la misma Dictadura. Es decir, que continúan al frente de la administración pública aquellos que pronto acoplaron en las filas de Primo de Rivera (…) Tenerife sigue bajo la Dictadura. Los procedimientos empleados hoy no son menos vejatorios que los de ayer. Huellas del tiempo. Pag. 173-179.
Durante esos años entró más claramente en terreno político, donde consiguió ser un referente. Algunos le criticaron su pasado monárquico cuando fundó junto a otros el Partido Republicano Social. Domingo Cabrera se defendía ante las críticas recibidas diciendo: “a mí me hizo republicano la Dictadura” Artículo de Domingo Cabrera. Calma señores, La Tarde 26 junio de 1931.
Tras las elecciones generales de España de 1931, consideradas a Cortes Constituyentes su partido no obtuvo el resultado que esperaba y entendió que la república estaba otorgando la representación de las islas a gente que desconocía nuestros problemas y se obviaba a hombres importantes que sí conocían nuestra tierra. Esa idea suya de “un poder de abajo” que exteriorizaba y defendía en sus artículos y sus intervenciones públicas, se vio truncada, llegando a manifestar entonces que “el poder de arriba se adueñó de los destinos de España, de tal modo que, a los de abajo se nos arrebató hasta el derecho a protestar”.
Luego llegarían la guerra civil y la larga etapa de la dictadura de Francisco Franco, un período en el que Domingo Cabrera sufre una transformación personal. Su producción literaria y sus escritos muestran una deriva a posiciones más conservadoras y de temática religiosa. El cambio, podría entenderse por temor a ser señalado por el nuevo régimen caracterizado por la represión política y económica de todos los que fueran sospechosos de ser sus opositores. Parece evidente que decidió cuidar sus intereses y reducir su exposición pública. No podemos olvidar, que la represión militar acabó con muchos simpatizantes de la república y que la posguerra fue una época larga, llena de carencias y carácter represivo.
DOMINGO CABRERA Y EL ATENEO
El grupo de jóvenes inquietos y reivindicativos de “La Lid” fueron los que, con el apoyo y la experiencia de Adolfo Cabrera Pinto, Mateo Alonso del Castillo y Juan Reyes Vega, iniciaron la aventura de fundar el Ateneo de La Laguna. Con el tiempo, el Ateneo logró crearse nombre y prestigio, pero no tardó en preocupar a los gobernantes su orientación política de pensamiento liberal y regionalista que quedaba de manifiesto en los actos gestionados por la entidad.
Entre 1915 y 1920, desde el Ateneo lagunero se impulsó y organizó la Fiesta de los Menceyes, una fiesta de exaltación de nuestro pasado indígena y las tradiciones aborígenes. En la celebración del 12 de septiembre de 1919 se dieron a conocer los versos de “El Mencey Loco” que pertenecen al largo poema “La Tierra y La Raza”, del poeta tinerfeño Ramón Gil-Roldán y Martín, que dieran origen, años después, a la composición musical de Los Sabandeños “La Cantata del Mencey Loco.
Esta Fiesta de los Menceyes comenzó a generar algo de polémica. La situación política en aquellos años de principios del siglo XX en Canarias estaba en el punto de mira. Así lo describe Domingo en sus Huellas del tiempo:
Existía un profundo malestar en el país. Repetidas injusticias y atropellos del Poder irritaban al pueblo canario. Malestar que se exteriorizaba día tras día en la prensa y en los actos patrocinados por el Ateneo, en cuya fachada ondeaba una bandera blanca, con siete estrellas en el campo azul. Ella simbolizaba un grito de rebeldía, una protesta contra los malos tratos de funcionarios indeseables. Protesta que ondeaba a los vientos alisios de nuestro cuadrante. Huellas del tiempo. Pag. 20.
Había un número importante de isleños que tenían una idea autonomista, y desde Madrid se pensó que uno de los culpables de este ambiente eran las personas involucradas en el Ateneo lagunero. Entonces, se decidió actuar para evitar lo que desde la capital entendieron como un incipiente movimiento separatista en las islas, y los ateneístas laguneros se vieron obligados a arriar la enseña de siete estrellas para evitar males mayores:
El acto de arriar la bandera de la fachada del Ateneo fue emocionante, lo presenció una multitud que invadía la plaza de la Catedral, hubo socios que lloraron, pues se trataba de un emblema que enraizó en el alma canaria. El directivo D. Eduardo Tacoronte Bretillard, profundamente emocionado, la recogió antes de llegar al suelo y, apretándola sobre su pecho, se la llevó. Huellas del tiempo. Pag.21.
Bandera del Ateneo
La bandera ateneísta se podría considerar precursora de la bandera tricolor canaria propuesta en 1964 por el movimiento de autodeterminación e independencia el archipiélago canario. Y así lo confirma su líder Antonio Cubillo Ferreira, en un artículo que lleva su firma en elcanario.net. Según relata, sus abuelos estuvieron el día en que se arrió la bandera de la fachada del Ateneo, “me transmitieron ese recuerdo que me sirvió para cuándo cree la actual bandera nacional de las Siete Estrellas Verdes en 1964, en Argel.” Elcanario.net
LITERATURA Y OBRA DE DOMINGO CABRERA
En sus primeros “balbuceos literarios”, como él mismo los denomina, Domingo Cabrera publica bajo el pseudónimo de Carlos Cruz, escribe para una revista de Buenos Aires llamada “Estafeta literaria”, y cada vez con más frecuencia sus escritos aparecen en los periódicos de las islas y de Madrid, con predilección por el diario “La Prensa” de Santa Cruz.
En su juventud se sintió muy atraído por el teatro y realizó con cierta fortuna varios intentos como El abismo o Más allá del honor, que fueron además presentadas en el Teatro de la Opera de Buenos Aires y obtuvieron buenas críticas en sus presentaciones en Canarias. A estas se le sumarían después otras obras teatrales como como El amor en marcha, La mujer dormida y Vivir mañana, entre otros.
En 1952 Domingo estrena “La mujer dormida”, una comedía que se representó en el teatro Leal de La Laguna. En 1960 su teatro se reúne en tres volúmenes, en edición de Juan Régulo Pérez. En 1968 escribe “Caminar” un relato sobre sus viajes por Europa. “Huellas del tiempo” de 1973, y “El verbo en tinieblas” de 1976 son sus libros de memorias.
Autor: Javier De Vega Álvarez para Semáforo de la Atalaya.
Agradecimientos a Paula de Vega y Elvira García por sus correciones y consejos.
Bibliografía consultada:
Libro “Huellas del Tiempo” libro de Memorias de Domingo Cabrera Cruz. Edición Caracas 1973.
Libro “Un verano en Tenerife” de Dulce María Loynaz. Edición de Javier Rivero Grandoso, año 2018.
Artículo de Antonio Cubillo Ferreira “La bandera del Ateneo lagunero”
http://elcanario.net/Articulos/banderaateneolaguneroacf.htm
Revista digital y asociación cultural BienMeSabe
https://bienmesabe.org/
Artículo “La evolución de las derechas en Canarias durante la II República”. Salvador González Vázquez.
Bibliografía consultada:
Libro “Huellas del Tiempo” libro de Memorias de Domingo Cabrera Cruz. Edición Caracas 1973.
Libro “Un verano en Tenerife” de Dulce María Loynaz. Edición de Javier Rivero Grandoso, año 2018.
Artículo de Antonio Cubillo Ferreira “La bandera del Ateneo lagunero”
http://elcanario.net/Articulos/banderaateneolaguneroacf.htm
Revista digital y asociación cultural BienMeSabe
https://bienmesabe.org/
Artículo “La evolución de las derechas en Canarias durante la II República”. Salvador González Vázquez.