Este año no pudo ser. Este año, el de su 125 cumpleaños, nuestro Semáforo se quedó solo, allá arriba en las alturas. No sé si fue su peculiar manera de protestar por su abandono y su soledad de los últimos 50 años, o si simplemente le apetecía disfrutar en silencio de un bonito día de lluvia.
El caso es que, el grupo que seguimos creyendo que se merece algo mejor que ese abandono, no nos olvidamos. Así que fuimos hasta sus pies, y respetando su deseo de soledad, decidimos que ya que este año no podíamos hacer nada con los vivos, íbamos a recordar a los muertos. A esos cientos de marineros y a sus familias que le dieron vida durante tantas décadas, recorriendo sus pasillos, jugueteando en sus patios, izando banderas o simplemente oteando el horizonte. Nos acercamos hasta el cementerio de Santa Rosalía de Igueste de San Andrés. Ese otro edificio blanco impoluto que se distingue en la montaña desde lejos. Buscamos esos apellidos tan conectados a la historia del Semáforo, Iglesias y Calderón, y a ellos les dejamos este año las flores y nuestro más sentido homenaje.
Desde el presente, sin olvidar nuestro pasado, seguiremos luchando por el futuro.
Texto Victoria Fumero Perdomo.
Fotografía 📷: Miriam Henández Pérez.
Este año las circunstancias que marca la pandemia no nos dejó congregar a más de 4 personas. En la foto parte del colectivo #SemáforoDeLaAtalaya con Miguel Ángel Noriega.
Victoria Fumero y Javier de Vega con Miguel Ángel Noriega, gran conocedor de la historia de estas instalaciones en España y un apasionado del Semáforo de la Atalaya. |
Este año las circunstancias que marca la pandemia no nos dejó congregar a más de 4 personas. En la foto parte del colectivo #SemáforoDeLaAtalaya con Miguel Ángel Noriega.